Walter llegó a su casa descompuesto. El episodio con
Jara Valdez lo había devastado. Se metió en la cama con la idea de dormir dos meses como para olvidar lo vivido esa tarde.
A la mañana siguiente cuando llegó a la fundación, vio una cola como de doscientas personas que llegaba casi hasta la avenida Mitre. Al entrar, le sorprendió encontrar a todos los integrantes del consejo directivo con un grado de excitación no habitual:
Rino Sabattella, Saverio Penetieso, Sandro Dobetti, Daniel Losasso y José Madia -su tripulación en ese entonces- iban y venían a un ritmo desenfrenado.
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“¿Qué es todo este quilombo?”, preguntó Walter, con una mezcla de ingenuidad e intriga.
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"Los CD’s Walter, el chileno mando los CD’s, en todas las radios están diciendo que hoy empieza la venta y que el único lugar en el cual se pueden conseguir es acá…Y la gente afuera esta esperando para comprarlos. Es un éxito, por fin una buena Walter!!!", dijo José Madia, con una euforia inusual. Por algún motivo que no pudo determinar en ese momento, dentro suyo Walter sentía algo que le impedía compartir la alegría de Madia.
A eso de las 11, ya estaba todo armado.
Los CD’s se vendían a $ 25. Había 25.000. O sea que si se vendían todos, tendrían un ingreso que estaría por encima de los U$S 208.000. Una cifra que nunca en la historia había entrado en la cabeza de ninguno de los integrantes de la fundación.
Walter seguía sintiendo algo extraño en su interior.
Seguía sin poder determinar si Patricio Jara Valdez era un hombre extremadamente bueno o extremadamente vengativo.A primera hora de la tarde, seguía habiendo más de doscientas personas en la cola. Ya se habían acumulado en la cuadra vendedores de bebidas gaseosas, sándwiches y café y al parecer, el ritmo sostenido se mantendría bastante tiempo. Walter estaba sentado en su escritorio de la presidencia con la puerta cerrada, meditando mientras escuchaba el bullicio de la gente en la calle. De repente escuchó gritos. No tuvo una buena corazonada. Al instante, su puerta se abrió violentamente…
Rino Sabatella entró con los ojos desorbitados.
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“Walter!!…”, dijo temblando. Liberatti al instante supo que se avecinaban problemas. “¿Sí?”, dijo inocentemente…
“Hay un señor de Sony Music que te busca con un escribano. ¿Lo hago pasar?”
Ese maldito sexto sentido que Walter había desarrollado con el correr de los años que le indicaba cuando se avecinaban problemas, generó en ese instante un piquete en su cerebro. Liberatti estaba blanco.
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“Buenas tardes señor”, ingresó un desconocido de traje gris y corbata al tono.
“¿Walter Liberatti?”… “Sí”, dijo Walter con pánico….
“Soy Ricardo Carmona Torres, Gerente de asuntos legales de Sony Music Internacional. Me acompaña el escribano Marcos Nacach… Quería confirmar algo: ¿Usted está comercializando un CD denominado "Que la fuerza te acompañe", con fonogramas interpretados por artistas de nuestra compañía?”...
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“Bueno, eh….creo que sí, pero….”… Walter no pudo continuar. El escribano Nacach se le fue encima… ¿Podría facilitarme la copia de los contratos firmados entre la
Fundación Ferrante Kramer y Sony Internacional en donde se ceden los derechos correspondientes?...
- “¿Contratos?... Ehhh…”. Walter seguía dudando y enterrándose a la vez. “Solo tengo esto”, dijo, haciendo referencia a la copia que le había firmado a Jara Valdez en el Hilton la tarde anterior. El escribano lo leyó detenidamente. Hubo treinta segundos de silencio y luego se apartó y dijo algo al oído de Carmona Torres.
Ambos se acercaron y se dirigieron a Liberatti con altruismo... "Aquí dice que usted es el único responsable por la comercialización de estos CD’s, deslindando toda participación a terceros. O sea que si no tiene una autorización de Sony para utilizar a sus artistas, usted esta comercializando un CD pirata.”.. “Le sugiero…”, dijo Nacach con tono paternalista, “… Que se busque al mejor abogado que pueda encontrar”.
Y diciendo eso, ambos sujetos se retiraron.

Walter comenzó a tener espasmos duodenales de los nervios.
Llamó al Hotel Milton. Cuando pidió hablar con Jara Valdez la respuesta lo paralizó:
"No tenemos a nadie registrado con ese nombre."… “¿Cómo no? Yo estuve anoche con el, en el tercer piso, ¿Se habrá ido esta mañana?”... “No señor, no hubo nadie registrado con ese nombre en el último mes”, le respondieron del otro lado...
Llamó a la remisería, pidió al chofer del VW Polo rojo, necesitaba hacer catarsis… Si era necesario, volvería personalmente al hotel e increparía a la joven que lo atendió, al cocinero de la confitería… Tenía que probarse a si mismo que no se estaba volviendo loco.
La respuesta de Gladis, la operadora telefónica de la remisería lo descolocó: "Perdón don Walter, pero no tenemos ningún Polo rojo trabajando en la agencia…."
Walter se dio cuenta que estaba perdiendo la razón. Sintió nauseas, y un mareo enorme, le pareció trastabillar. Se contuvo en el escritorio. En ese instante la puerta de su oficina volvió a abrirse: tres policías entraron al cuarto detrás de Rino Sabatella. Fue mucho para él. Se desplomó al instante.

Cuando volvió en sí, estaba en una celda de la división sexta de la Policía Federal. Pudo ver los barrotes, y del otro lado, su hija Isabel, y Daniel Losasso, ambos con lágrimas en los ojos. Daniel le dijo apesadumbrado: “Walter, estos tipos te van a hacer un juicio por piratería, nos dijeron que estás hasta las manos. Todos nosotros estamos implicados como cómplices… ¿Qué hiciste, Walter?... Tiraste una vida a la mierda por estos CD’s del orto?”.
Y diciendo esto, tomo a Isabel sospechosamente de la cintura y se retiraron.

Liberatti quedó solo. Por su cabeza pasaron un millón de imágenes: la tarde que entró por primera vez a la sede de la fundación buscando la pelota de su sobrino, varios proyectos desquiciados en los que lo habían insertado relacionados con el peruano, las pocas veces que había interactuado personalmente con Demian, los desplantes que por él había padecido en los últimos cuarenta años, la cara de Jara Valdez sonriendo socarronamente, ... esa manito de Losasso en la cintura de su hija…
“Se la estará pistoleando este viejo sorete a la nena?”. Se largó a llorar, se lo estaban culeando por todos lados…
Un guardia lo sacó violentamente de su miseria
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“Jefe” -le dijo- …
“… No llore, no todo es tan malo... Mire, le mandaron esto!”. Walter tomó un paquete envuelto en una bolsa de
Coto. Lo sacó extrañado… Cuando lo tuvo en sus manos se quedó absorto:
era una caja de alfajores Plasomar. Y en su interior, una nota que lo petrificó:
“Walter, no vayas a creer que soy un tipo vengativo. Saludos PJV.”
Liberatti estuvo quince días alojado en esa dependencia policial. El juicio se realizó diez días después.
Fue condenado a 8 años de prisión por piratería discográfica. Por su edad avanzada, el juez aceptó el arresto domiciliario por lo cual Walter
cumple su condena en la casa de su hija Isabel, sobre la
calle Chile, en Villa Martelli.

Aquellos que lo visitan dicen que llora mucho y esta preparando sus memorias. Si bien no podemos confirmarlo, se dice que aún desde su situación, controla los destinos de la fundación. También se habla en sus círculos íntimos que su detención provocó primero un vacío en el seno de la fundación, pero luego, una renovación de integrantes… Que se autodenominan
"Sangre nueva". Entre ellos, se destaca
Marcos Rilo Guevara, un joven de origen chileno con mucho empuje y gran predisposición.
Las malas lenguas dicen que es oriundo de Valparaíso.
FIN (POR FIN!!!)