
- “Tapiales 2503… Uia!!!... “Respuesta Tántrica…. ¿Y usted debe ser el Maestro, no?”, exclamó Demian sorprendido…
El hombre vestido de blanco asintió con la cabeza y solo dijo “Donovan, para servirte”.
Nuevamente un milagro visitaba la casa del Peruano Dorado. Instantes atrás había decidido tirar la toalla, pero la campana había sonado a tiempo… Tenía otro round.
Donovan apoyó su mano sobre el hombro de Demian, y lo condujo hacia el interior de la casona. Mientras caminaban, no dejaba de observar al Peruano en ningún momento, parecía fascinado. Entretanto, con su otra mano, jugaba con la cabellera de Ferrante a modo de “peine”, como lo hacen los piadosos con aquellos que necesitan paz y sosiego…
- “Como te dije, hermano mío, te estuve observando unos minutos a través de la mirilla; me bastaron para darme cuenta que estás vacío, que necesitas ayuda, una sanación interior que yo puedo brindarte”, sentenció con autoridad el gurú de Olivos.
Sin saber bien porqué, Demian sintió confianza en aquel hombre. Su instinto le decía que sabía bien de qué hablaba, y que era un experto en cuestiones íntimas y profundas. Hablaron por largo rato. Parecían encantados el uno con el otro, como si se conocieran de toda la vida.
Demian hasta llegó a pensar que habría sido de su vida si lo hubiera conocido mucho antes… “Maestro, creo que debí haber venido hace mucho tiempo”, repetía a cada momento. Donovan no hacía más que apretar fuerte las manos del Peruano cada vez que recibía un halago suyo.

La absoluta decisión de Demian de entregarse por completo pareció sorprender a Donovan. Quizás no esperaba una resolución tan abierta de Demian, pero vista la situación, comenzó a trabajar sobre él, con técnicas desconocidas para el Peruano, donde las manos del Gurú desempeñaban un rol casi decisivo sobre el cuerpo de Ferrante.
Demian estaba ansioso por encontrar respuestas. Quería sentirse distinto, renovado. Quizás esperaba que Donovan impusiera sobre él alguna “magia” rápida que lo sacara de su estado depresivo y lo devolviera al ruedo de las letras, como en sus épocas de gloria. Pero lo mataba la impaciencia…
- “Siga, Maestro, páseme toda su energía… Usted puede, usted sabe!”, repetía Demian insistentemente, al punto de parecer una orden.
Donovan se trasformaba minuto a minuto. Primero sus manos, luego sus brazos, y ahora su cuerpo se restregaban sobre la anatomía de Ferrante, en un intento ya no tan claro de pretender encontrar una solución para este último… Todo se veía confuso; Donovan ya estaba sobre la camilla, babeaba profusamente, se golpeaba el pecho con ambos puños, y ponía los ojos en blanco por momentos; parecía poseído…
- “No siento nada, Maestro, no siento nada!!”, continuaba quejándose Demian, “Me estoy cansando de este juego”, ... “Al final, me parece que todo esto es un fraude!!”, sentenció, en clara provocación…
Donovan acusó recibo del desafío… No estaba dispuesto a aceptar una derrota. En respuesta al agravio aplicó una inusitada presión sobre la humanidad corpórea del Peruano Dorado. Literalmente, lo atrapó como un pulpo con sus brazos, casi al punto de asfixiarlo…
Fue cuando Demian emitió aquel sonido: “Ughh!”, y pareció tranquilizarse de súbito.

De pronto, Donovan rompió el silencio…
- “Decime… ¿Ahora, sentís el “tantra”, peruano?.
- “Ahoga sí, pego no pensé que ega “tantga” y tan grran…”, y se ahogó en su propia saliva.
No era para menos, el “Tantra” se había apoderado ya de su cuerpo...
FIN