“Lo importante es el sentido que le damos a las palabras”...
Es una frase atribuida a Ferrante Kramer que ha desvelado a decenas de analistas literarios de todo el mundo durante los últimos 40 años. El porqué de tanto interés, muy simple: se trataría de la primera frase coherente del autor peruano de la que se tenga conocimiento.
Y tanto fue el impacto causado por dicha sentencia que aún hoy las nuevas generaciones de críticos le dedican gran parte de su tiempo al asunto; intentan probar por todos los medios que se trata de un axioma de su autoría.
Estos estudiosos de la lengua entienden que no estarían simplemente frente a uno más de los tantos aforismos con los que el peruano solía desafiar a la intelectualidad de los años ’60 y ’70 para ridiculizarla (1). Aseveran que desentrañar el enigma que encierra podría ser la llave que le abriera definitivamente paso al lugar que merece, aunque no especifican cuál ni dónde queda.
Pero también están los que afirman que la frase en cuestión sería apenas un “eco” de sus tantas y cuestionables andadas, a la manera de soslayadas confesiones, aunque de ello tampoco pueda brindarse prueba acabada.
No obstante esta dicotomía maniquea que desde siempre nos ha planteado la existencia de este notable escritor peruano, la siguiente historia –acercada anónimamente a la Fundación por una mujer que no quiso dar su nombre- quizás pueda aportar un poco de luz para desentrañar este intríngulis que ya lleva décadas sin respuestas.
Corría el mes de enero de 1960 (2) y Ferrante Kramer se encontraba de paso por Chile. Quizás en busca de un amor perdido, acaso intentando hallar un nuevo empleo... Aunque lo más probable es que estuviera al pedo.
Pero contra todo pronóstico, Ferrante estaba en Santiago por una buena razón: buscaba editor para la que consideraba su gran obra, La Biblia Peruana, que recién había terminado. Parecía mentira, pero tenía un claro objetivo en la cabeza: ser el escritor del que se hablara durante los siguientes 100 años; superar los paradigmas vigentes por aquel entonces: Martí, Echeverría, Lugones, Tagore, Hernández, Sartré ... ¡Una pavada!
Ferrante había ingresado a Chile con el pie derecho, como suele decirse de los afortunados. Se había hecho muy conocido en poco tiempo. Y no tanto por su tesonera actividad comercial –podía vérselo en todas partes bregando por su libro-, sino por los graciosos “errores” que cometía cuando usaba algunos “giros locales del idioma”... En fin, nunca terminaría de comprenderlos totalmente.
Esa dificultad que evidenciaba Demian en el manejo de algunos términos trajo aparejado que un grupo de amigotes, con los que había hecho migas y solía pasar la mayoría de las noches de Santiago, comenzara a mofarse de él y a convertirlo en un centro de atracción circense.
Aquellos monigotes que se decían “amigos del peruano” no escatimaban ocasión para hacerlo quedar como un idiota delante de cualquier desconocido. Demian era un tipo inocentón, que se creía cualquier cosa...
Por ejemplo, lo llamaban el “Cara de papa”; le habían dicho que era un término cariñoso, paternal, que los chilenos reservaban a los íntimos, cuando en realidad significaba “Cara de pija”.
También le decían “barbeta”, que significa “imbécil” para los trasandinos, en tanto él pensaba que era en alusión a su elegante barba candado.
Cuando sus compinches gritaban que se iban a “emparafinar”, Demian salía corriendo aterrorizado, pensando que se lo iban a empernar como tantas veces antes. Y en realidad era la palabra “clave” que utilizaban para zafar de él. En Chile, “emparafinarse” quiere decir “emborracharse”, y de lo lindo...
Ferrante también era el típico “pibe de los mandados”... Como aquella vez que lo mandaron a una tienda de artículos masculinos a comprar un “bombín” para un baile de disfraces. Lo habían convencido para que fuera vestido como Carlitos Chaplín “… Que iba a causar sensación!!”... Lo echaron a patadas del negocio; sin saberlo había pedido una “poronga”.
Y así, miles de pullas más, que se repetían a diario...
Las veces que lo presentaban en sociedad no le iba mejor. Sus sádicas amistades fomentaban cualquier oportunidad para exhibirlo, con el único fin de jugarle alguna de sus macabras bromas y hacerlo quedar como un idiota. Entre ellas, estaba “la de la gorra”.
El peruano usaba una en Chile, muy parecida a la que usan los beisbolistas. Se la había regalado la que decía era su novia, una tal Hilda. Sus camaradas siempre se le iban encima con la misma pregunta cuando se aparecía algún desconocido ocasional…
- "¿Che, Barbeta, quién es la “gorrera” en cuestión que te hizo el regalo?..."
Orgulloso Demian respondía que era su novia. Pero “Gorrera” quería decir “la que te mete los cuernos”, y él lo sostenía jactándose de ello... Pobre tipo!.
Entre las tantas muletillas con las que siempre se le iban al humo sus compadres, también estaba la de “quien lo esperaba en casa”... Y la realidad era que Ferrante vivía solo. Su única compañía era la de un perro de raza “caniche” que le habían regalado sus nuevos amigos chilenos, algo de lo que se sentía muy feliz.
Lo que no sabía era el significado de aquel regalo....
A aquella pregunta, Demian respondía: “Me espera mi caniche”, lo que causaba repulsión en quienes recién lo conocían. Demian estaba sin querer confesando que vivía con un “proxeneta”. E insistía: “Y lo quiero mucho, al igual que a mi canario macho”, otro animalito que también le habían ofrendado sus “amigos”…. Desgraciadamente, “Canario” significaba “amante”...
Así, sin quererlo, Demian se había convertido en el hazmerreír de Chile. Pero no se daba cuenta… En su inocencia, él pensaba que la gente rompía en carcajadas por su simpatía. Pobrecito! ...
Sin embargo, después de varios meses durante los cuales el gran Ferrante Kramer estuvo en boca de todos como el “Asopado” (tonto), el “Fleto” (homosexual) o el “Del gorro” (el cornudo), habría de llegar un alma piadosa que acabaría con el festín inmoral de aquel grupete de vagos.
Amanda -así se llamaba ella- a quien Demian había conocido accidentalmente en una fiesta organizada por sus amistades, sería la encargada de inclinar decididamente la balanza en favor del Coloso de Tumbes en pocos días.
Continuará...
(1). Nunca tuvo éxito. Frecuentemente se retiraba a pedido de sus fastidiados oyentes -Sábato, Borges, Bioy Casares-, a cambio de algunas monedas, o maníes y palitos salados, sobrantes de la picada.
(2). Nadie sabe bien cómo llegó a esas latitudes; todos los registros lo hacen en Louisiana, SALT Lake City y Denver por aquellos tiempos.
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4 comentarios:
Qué interesante este estudio, me fascina. Hay muchos términos engañosos, tales como "entrega el rosquete" o "le hicieron el robinete" que, como bien se sabe son giros imprevistos de lenguaje arameo y significa "ama a tu prójimo como a tí mismo". Es que a veces los vocablos regionales suelen ser mal interpretados por la "kultura", como el popular "qué haces culo roto?" de los porteños, que es la manera más cariñosa de decir "bienvenido".
Repito: muy interesante y muy rico el aporte del Peruano para la confusión general.
Abrazos del REL
Divino, REL, como siempre, haciéndome DFKr de la risa. Lo que son los giros del idioma, n0?
Patricio
a mi esos giros me hacen quedar mal; fijate que casi Siluz se enoja conmigo en una oportunidad en la que inocentemente le dije: Dejate de joder!!! y ella me contesta: como me vas a decir eso! Después me entero que joder es follar :S...en una oportunidad me dicen: Que linda tu cachucha! y yo pensaba, que tipo confianzudo!!! además como sabe que esta linda, jajaja...(en algunos países latinos, cachucha es gorra, para los argentinos es vagina)
Besos
Viste, Claudia, al Peruano le pasaba lo mismo en Chile, o sea, que le puede pasar a cualquiera. Veo que las consecuencias en tu caso no fueron malas. Te topaste con gente de buena leche... En cuanto a Demian, no podemos decir lo mismo. Hoy va la segunda parte... Qué Dios lo ayude!!
Patricio
PD: vieron que AlexB no está más en el Blog???
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