La casa del viejo Vincennau estaba cerca. Durante la caminata, Natalio y Demian recordaron aquella aventura vivida por ambos tres décadas atrás, aunque el peruano poco recordaba los detalles… Posiblemente aturdido a causa de la ingesta de sal, los efectos del sol y los golpes sufridos, durante aquella trágica semana en la que flotó sobre las aguas del Atlántico, hasta que encalló en San Clemente.
Natalio le hablaba de lo famoso que había sido por aquellos días y del nombre con el que lo había bautizado el pueblo: “El hombre de la Atlántida”…
Natalio le hablaba de lo famoso que había sido por aquellos días y del nombre con el que lo había bautizado el pueblo: “El hombre de la Atlántida”…
“Ah!!... Y no sabés la de cargadas que me tuve que aguantar por eso del boca a boca que te hice!”, dijo recordando aspectos de esa jornada…
Pero salvo el “boca a boca” que lo tenía inquieto, el peruano parecía no recordar nada. Cada nombre, cada situación o anécdota, le pasaban de costado, produciendo en él una sensación de extravío, de “no saber dónde estaba parado”, nada diferente, por cierto, a lo que le había ocurrido durante toda la vida.
Ya estaba como medio arrepentido de haber aceptado el convite del viejo, cuando la sorpresiva presencia de un apolíneo joven, que se encontraba parado a la entrada de un modesto chalet hacia el que ambos se encaminaban, llamó poderosamente la atención del peruano. Creyó vivir un “dejavú”…
Natalio detuvo su marcha frente al muchacho y exclamó... “Hombre de la Atlán…. Digo, Demian… Te presento a mi hijo Braulio”.
El peruano se quedó mudo e inmóvil por unos segundos. Luego hizo un suspiro, y extendió su mano mirándolo fijamente a los ojos. El apretón fue largo e impetuoso. Ambos parecían no querer soltarse… De vuelta, esos fantasmas del pasado del peruano parecían querer regresar, pero esta vez en la piel del hijo del viejo posadero.
Fue una onomatopeya forzada de Natalio -quien vio lo que sucedía entre el peruano y su hijo-, la que puso un paño frío al asunto: “Ejem!!... Bueno, bueno…. Qué les parece si vamos a comer algo?”, preguntó, a lo que Demian levantó la mano y dijo: “Presente!”… Si algo podía superar el pánico en Ferrante, eso era la comida.
La mesa era modesta, escasa, pero Demian se las arregló para que tanto Natalio como su hijo casi no probaran bocado.
El peruano devoraba en vez de comer, engulléndose hasta las migas que caían al piso y disputaba con el can de la casa… Así, en una especie de soliloquio gastronómico grotesco, Demian balbuceó una primera pregunta, entretanto volvía a su boca algún bolo que se le escapaba entre palabra y palabra….“Es igualito a vos…Berp!!.... de joven…. Gurp!... Natalio”.
Vincennau padre respondió con un seco “Sí, igualito”, sin sacarle la mirada a Demian que devoraba todo como una plaga.
Finalizada la cena, y todos con hambre menos Demian, llegó la hora de ir a dormir… El peruano, impostando una falsa deferencia después de lo acontecido durante la comida, dijo: “Yo me tiro en cualquier lado, no se hagan problema por mí”, indicando con su mano el piso.
- “No, Demian…. Tengo un colchón nuevo para vos, siquiera está estrenado… Te podés tirar ahí”, se adelantó a contestar el viejo Vincennau, mientras su musculoso hijo se acercaba con un Piero flamante, al que todavía no le habían sacado la funda plástica.
- “Listo el pollo!”, bramó Demian, y se arrojó sobre la mullida colchoneta, provocando la hilaridad de Braulio, a quien el peruano parecía simpatizarle…
Vincennau padre respondió con un seco “Sí, igualito”, sin sacarle la mirada a Demian que devoraba todo como una plaga.
Finalizada la cena, y todos con hambre menos Demian, llegó la hora de ir a dormir… El peruano, impostando una falsa deferencia después de lo acontecido durante la comida, dijo: “Yo me tiro en cualquier lado, no se hagan problema por mí”, indicando con su mano el piso.
- “No, Demian…. Tengo un colchón nuevo para vos, siquiera está estrenado… Te podés tirar ahí”, se adelantó a contestar el viejo Vincennau, mientras su musculoso hijo se acercaba con un Piero flamante, al que todavía no le habían sacado la funda plástica.
- “Listo el pollo!”, bramó Demian, y se arrojó sobre la mullida colchoneta, provocando la hilaridad de Braulio, a quien el peruano parecía simpatizarle…
A quien no le gustaba nada el asunto entre los dos era a Natalio, quien fastidiado le ordenó a su hijo que se fuera a la cama, y que dejara dormir a Demian que “… Debe estar sumamente cansado”, dijo.
El peruano se dejó llevar por el sueño. Ya se le había pasado un poco aquello del “boca a boca” de Natalio, cuando le salvó la vida.
Lo último en qué pensó Demian antes de dormirse fue en el parecido entre Braulio y Natalio cuando joven, 30 años antes… “Lindo pibe”, pensó, y cayó rendido…
Continuará…