Demian sabía que no podía vivir mucho tiempo más enemistado con su familia. Sabía que debía arreglar las cosas de alguna manera, especialmente con Dionisio, el primogénito de los Ferrante Kramer.
La idea lo acobardaba... Dionisio siempre había significado para él el modelo a emular, su ídolo. Y aunque lo quería y admiraba mucho, sabía que Dionisio jamás había comprendido su amor por él... El corazón de Dionisio estaba lleno de odio, y su destinatario era Demian, el hermano que le había robado su lugar de privilegio... Ése territorio que había ocupado en forma exclusiva hasta aquel fatídico 5 de octubre de 1933, día en que naciera el “Coloso de Tumbes”.
Cuanto más lo pensaba, más dudaba en ir a hablar con él. Se paralizaba de terror con sólo pensar en su rostro... “No voy a saber qué decirle!”, se decía Demian una y otra vez. Sucedía que la imagen de Dionisio era muy fuerte para él, tan fuerte como enorme la distancia que los separaba desde hacía años.
Demian juntó coraje de donde no lo tenía, y se decidió aquel día a enfrentar a su hermano. Dionisio, accidentalmente por negocios en Argentina, alquilaba una casa en Vicente López, y estaba cerca de la pensión de Villa Martelli donde Demian vivía.
“Me mando de una y después veo!!”, se dijo... Pero al estar a una cuadra de su residencia, su valentía desapareció. Necesitaba algo más, algo que le diera valor... Y la solución la divisó en la esquina donde se encontraba.
“Almacén Don Carlos”, rezaba el cartel ... Y se encaminó directamente al mostrador a reclamar por un par de botellas de vino, “... Del mejor y más barato”, sentenció.
Un par de minutos fueron suficientes para que la humanidad esponjosa de Ferrante absorbiera los dos litros del inmundo e incatalogable contenido de ambos recipientes vítreos, y apenas unos segundos más para que el “Coma alcohólico” hiciera estragos nuevamente en su cuerpo... Su pasado era como un salvavidas de plomo... Demian olía un corcho y juraba haber visto a Jesucristo.
No obstante, así como estaba, nauseabundo y maltrecho, ingresó casi a medianoche a la mansión de su hermano. Sin golpear, casi llevándose todo por delante. Las luces estaban apagadas, lo que agravaba la condición de Demian, quien apenas podía sostenerse en pie.
Pero en eso, una luz de un automóvil que pasaba frente a la casa produjo el milagro. Un destello sobre el interior del comedor hizo que Demian percibiera el rostro de Dionisio, totalmente deformado por el odio... Se dirigió hacia él con paso firme y decidido... No sabía si abrazarlo o golpearlo, sólo atinaba a caminar hacia donde lo había visto.
Y fue en ese momento que lo tuvo enfrente. Su cara estaba desfigurada por el asombro, el rencor y la estupefacción.
Vine aquí para decirte lo que siento, hermano!!”.... “No podemos seguir así... Yo te quiero, sos mi hermano mayor y te adoro, Dionisio... Dame un beso, papá... Sabes cuanto te quiero, tío... Dionisio... Hermaniiito!!!”. Y así estuvo por largos minutos, hablando, hablando, y sin que su hermano dijera nada.
Demian veía como que Dionisio intentaba contestarle, interrumpirlo. Movía la boca nerviosamente, pero él se abalanzaba sobre su intento, negándole el parlamento. Habían sido muchos años de guardar cosas, y quería que Dionisio le escuchara todo lo que había venido a decirle.
De pronto, Demian comenzó a sentir ruidos raros... “Parecen pajaritos y grillos”, dijo, y se calló para escuchar bien de qué se trataba. En eso, las luces, los flashes y alguien que lo toma por detrás... “Loco de mierda, qué hacés hablando con el espejo!!”, gritó el dueño de la casa. “Dionisio, hermanito del alma!!”... “Ma que Dionisio, tarado... No conozco a nadie con ese nombre de mierda!!”.
En eso, la policía hizo ingreso en la mansión y procedió a detener al Coloso, quien a esa altura apenas si podía balbucear su nombre.
Ferrante se había confundido de casa. Había tomado el 21 en sentido contrario y estaba cerca de Villa Lugano. A esa altura, Dionisio hacía ya días que había regresado a Tumbes, pero no sin antes haberle enviado una carta a Demian, que leyó casi un mes después de aquel suceso, cuando fue liberado del nosocomio para alcohólicos donde había sido internado.
“Demian, estuve unos días en Argentina y pensé mucho en vos. Me parece que debemos poner fin a nuestro enfrentamiento de una buena vez. Por eso te propongo que te mates, hijo de remil puuutas. Tu hermano, que te odia, Dionisio!!”.
El odio estaba más latente que nunca. Eran irreconciliables. Pero Demian, optimista como pocos, se dijo para sí: “Lo escribió en un momento de bronca... Por la letra, se nota que me quiere muchísimo”.... La carta había sido escrita a máquina.
2 comentarios:
Tengo el recuerdo de esa noche grabado en mis retinas. Vivía frente a la casa a la que entró Demian casi arrastrándose.
Sobre la Calle Murguiondo, a metros de Av. Argentina... en fín, lamentable. Intentamos correr con Clara, mi mujer para socorrerlo pero fue inutil. el personal de la policia federal se lo llevó con tanta violencia que pensamos que si interveniamos, nos iban a llevar a nosotros tambien.
Gracias por reflejar el amor en la personalidad de demian. Dionisio es un malamado (MALbec A la MAnera Del Oporto).
Recuerdo aquel momento, yo estaba internardo con Demian, a partir de ese momento, iniciamos una linda amistad, que duro muchos años, de hecho Demian es padrino de mi hijo Luis Alberto Mario.
Pero, la amistad tuvo un corte abrupto el día que Demian, me robo un paquete de arroz; medio kilo de azucar y el Arizu Blanco que nunca faltaba, me dí cuenta, pues lo encontre en la esquina de Mitre y Mexico, con unos vagabundos, a los cuales les estaba vendiendo la merca...y uno de sus lamentables libros, todo por 14 patacones.
Alejandro Rommay
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