03 octubre, 2010

El regreso - Ultima parte

Liberatti tardo casi 45 minutos para recorrer los casi 500 metros que separan su casa de la sede de la Fundación. Ya al llegar a la esquina de la Calle Chile, sus suposiciones se fueron confirmando. La Sede estaba cerrada, con serios rasgos de no haber sido abierta desde hace mucho. Intentó abrir pero la llave se trabó.

Pego un golpe fuerte en la cerradura, el cual casi lo hace desvanecer del dolor y la puerta mágicamente se abrió. Cuando vio el interior no pudo más que entristecerse casi al punto de llorar. El hall era una ruina. Evidentemente nadie había vuelto a entrar. las paredes descascaradas, donde había sido su escritorio, una gran pieza de mampostería estaba en el suelo. El baño principal, con la tina rota, y restos del paso del tiempo.

Cerró la puerta lentamente e intentó prender la luz. No había corriente eléctrica. Algo de claridad entraba por un vidrio roto que daba al pasillo. Walter pudo ver que algunas filtraciones en la pared medianera hacían que el agua corriera por el piso como un pequeño arroyo.

Saco un poco de polvo de una silla y se sentó. Lloró un rato añorando momentos pasados. Por momentos, le pareció ver a Vergatiessa, a Palomino, a Dobetti a Jara Valdez y a tantos otros que habían pasado por ese sitio a lo largo de tantos años. Ahora todo era fantasmal, casi como la historia del peruano dorado.

Dejó de lado la nostalgia y se encargó del motivo que lo había llevado hasta allí. Con todo el dolor de su cuerpo corrió la biblioteca que estaba humedecida y prendió una vela que había quedado sobre un mueble junto a la ventana que daba a la calle Méjico.

Detrás de la biblioteca había un falso fondo. Sólo Liberatti sabía de la existencia de ese hueco en la pared, hecho por el mismo a fines del 69 para ocultar información reservada del peruano, la escritura del edificio de la sociedad y algunos objetos personales que no podían llegar nunca a su casa por lo comprometedores.(algunos regalos de Pedrito Rico, las memorias de Jorge Barreiro y unas fotos tomadas en el verano del 66 con Raphael, Demian y el propio Liberatti en una finca de la provincia de Buenos Aires).

Desempolvó varios libros y documentos y luego de un rato de sacar material de ese agujero en la pared lo encontró. El libro, antiguo de por sí, tenía unos jeroglíficos en la tapa, tal vez en en un idioma con orígenes árabes, que sin duda eran muy antiguos. Demian tomó el material, lo abrió sobre la mesa y acercó la vela.

- "A ha... así que también Cleopatra... en fin, nunca dejó de sorprenderme..."

Cerró el libro y lo llevó a los restos de la tina del baño principal.

Lo apoyó en el piso. Le arrojó la vela encima y observó como el libro comenzó a prenderse fuego. Cuando comenzó a arder y convertirse en cenizas, Liberatti tomó el teléfono celular que le había regalado su hija y un bollito de papel que tenía en su bolsillo, con el teléfono que le había dictado el alemán.

Llamó. Winderlanger atendió excitado.

- "Walter, estuve esperando toda la mañana. Por favor cuénteme novedades. Estoy dispuesto a establecer una recompensa sustanciosa para usted y los suyos y puedo viajar mañana mismo."

- "Guárdese la plata señor" -le contestó Liberatti algo apenado. "...De todo lo que puedo tener de papeles que alguna vez tuvo Demian, nada tiene relación ni por aproximación con Ferrante Kramer. Algunos escritos, facturas impagas y cartas destinadas a su amor eterno a la cual nunca pudo declarársele. Lo siento, me parece que su teoría esta errada."

El alemán quedo en silencio.

- "De veras..." - dijo Walter cerrando la charla- "... Lo siento. Buenos días."

Una vez que el fuego se consumió por completo, Walter enfiló hacia la puerta. Antes de salir se volvió hasta los restos de lo que quedaban de una parte de su historia. Dejó caer una lágrima, cerró la puerta y se marchó.

- "Esta vez, faltó poco", pensó.

Otra vez estaba adentro.

FIN

1 comentario:

Luis dijo...

Grande Demian!. Qué buena historia para el regreso del peruano. Sigan así..
Laura