09 abril, 2010

Allende la cordillera... La reconquista - Ultima Parte

A instancias de Ferreyra, Dobetti se encargó de contratar y hasta financiar de su bolsillo una especie de “tour” a caballo, muy habitual por esos lares... “Querés ser alguien en la Fundación, Sandro, se le escuchó decir a Artemio,... “Bueno, financiate esta campaña y vas a ser mi escudero!”.

En 5 días y 4 noches, y guiados por un grupo de expertos, harían la travesía desde Uspallata hasta el Valle de Los Patos, el límite internacional con Chile. Allí serían recibidos por un grupo de baqueanos chilenos que les proveerían de nuevos equinos para seguir la travesía en tierra trasandina hacia La Lagunita.

Pero el plan de Artemio -quizás alucinado por la gesta del Libertador San Martín- a esa altura mostraba ribetes descabellados.

- “Una vez allí, no vamos a entregar los caballos a nadie, seguiremos con los mismos animales hasta Valparaíso. Nos desviaremos unos kilómetros antes de la frontera... No vamos a entrar legalmente a Chile, lo nuestro va a ser un operativo comando secreto. Nadie va a saber de nosotros!”

La travesía se desarrolló tal como lo había planeado Ferreyra. Salieron de Uspallata en grupo; eran 10, en total: Ferreyra, Dobetti, Penetieso, Vergatiesa, Rizzi, Aguirre Caspa, Madia, Losasso, Libarola e Isabel, la hija de Liberatti, que se sumó a último momento: “Yo quiero vengarlo al viejo!”, afirmaba, aunque todos sabían que el motivo era Losasso, con quien se aseguraba, mantenía un tórrido romance.

Como a los 5 kilómetros del límite con Chile, Artemio daría la señal convenida. En ese momento, todos se desprenderían del guía argentino, y seguirían viajes solos hacia un camino secundario que, según Ferreyra, estaba “... Poco vigilado, no pasa nadie por allí”...

Estaba anocheciendo, cuando los diez valerosos jinetes se separaron del instructor del tour. Había llegado la hora de la verdad…. Al galope, y riéndose como chicos traviesos, el grupo seguía a su líder, Ferreyra, cual si fuera el Libertador, Don José de San Martín. No hay registros de aquella jornada; pero si alguien hubiera podido sacarles una foto, no dudaría en afirmar que sus caras tenían dibujada la sonrisa del triunfo.

Casi en la oscuridad, se los vio alejándose en dirección incierta hacia Chile. Eran un solo cuerpo, y una sola voz: “Por Ferrante Kramer, carajo!”.

En algo tuvo razón Ferreyra cuando dijo que el camino alternativo estaba “ .. Poco vigilado, no pasa nadie por allí”. Los 10 fueron encontrados por un grupo de Boys Scouts de una organización local de Las Tejas, un pequeño pueblo chileno. Estaban casi congelados, sin alimentos ni agua que beber. Habían transcurrido casi 2 días desde que se desprendieron del guía…

La directora de la entidad scout, Esther Guevara Valdez los atendió con una dedicación digna de elogio: “Quién no haría algo por un semejante, no?”, afirmaría a la prensa.

No obstante la atención recibida, todos querían marcharse del lugar... Casualidad o no, el nombre de la anfitriona del lugar llevaba uno de los apellidos de “Jara Valdez”, el enemigo de Liberatti por el que habían ido a librar batalla, y de “Guevara”, el del muchachito que hacía unos días se había asociado a la Fundación...

El clamor de Ferreyra y compañía fue escuchado, y todos fueron embarcados en un micro de la compañía, a la sazón, también llamada “Jara Valdez Transportes”...

- “Pero todo se llama Jara en este lugar!!!”, se escuchó vociferar a Artemio antes de salir. Casualidad o no, a bordo del micro, una hermosa azafata, identificada mediante un pin plástico como “Analía Rilo Valdez”, convidaba al grupo con café y unos exquisitos alfajores “Marsopla”... “Hecho por manos chilenas, como en tu casa”, rezaba un slogan impreso en la caja.

De más está decir que nadie probó bocado ni tomó nada durante todo el viaje…

Finalmente, Artemio y su trouppe salieron de Chile como querían. Pero una denuncia por robo los estaba esperando en Argentina. Todos quedaron detenidos por más de 3 meses; pudieron zafar de ser procesados gracias a la actuación de un abogado “amigo” del gordo Dobetti.

Pero a su regreso a Villa Martelli, las cosas no serían iguales.

- “Tomamos el mando de la Fundación porque los dábamos por muertos!”, sentenció Rilo Guevara, elegido presidente, por aplicación de lo establecido en una cláusula de “acefalía” que nadie conocía que existiera en el estatuto.

No solo la gesta reivindicatoria de Demian en el exterior había fracasado. También habían perdido el fortín de Martelli hasta las siguientes elecciones de autoridades, y en buena ley.

Solo había una forma de recuperar el terreno perdido… Y como siempre, nadie tenía ni la más puta idea de cómo hacerlo.
FIN

1 comentario:

Luis dijo...

Hermosa historia de fracasos,como todas las del peruano. Sigan siempre así, los quiero. Laura