07 diciembre, 2009

La disputa - Última Parte

Los invitados a Xilingom, la empresa de Pinedo Díaz, no paraban de llegar… Una enorme fila de autos había invadido ambas manos de la calle; hasta un viejo vagabundo del lugar, aprovechó para hacerse el día con el clásico “Se lo cuido, maestro?”. Aquella noche era de grandes festejos.

Walter y Demian llegaron poco antes de la hora de inicio. Al ver la muchedumbre, los lujosos cero kilómetro estacionados, y gente tan bien vestida, sintió una mezcla de temor y vergüenza….

“Dios mío!! –pensó- … Espero que el peruano se la banque y no haga ningún desatre”. Y no era para menos, le sobraban experiencias en las que Demian había sido la nota de la noche, y no la nota bien temperada o afinada.

De pronto, Walter se dio cuenta que Ferrante se le había adelantado. Lo había perdido de vista. “La puta madre!”, refunfuñó, mientras intentaba encontrarlo con la mirada entre medio de la multitud.
- “Walter, querido!”, exclamó Pinedo Díaz de pronto, “Qué paso con Ferreyra, no pudo venir?”…

- “Quizás vega más tarde”, respondió Liberatti sin convicción; en verdad, sabía de propia boca de Ferreyra que jamás vendría; se había prometido a sí mismo no presenciar nunca más un papelón de Ferrante.

- “Venite, Walter, pasá, que Ferrante está tomando unas copitas en la parte de atrás, en la cocina…. Quería estar un poco entonado el hombre!!.... Además, se encontró con un viejo amigo, Pocho La Pantera, que es el número musical que contratamos”.

Walter sintió que le temblaban las piernas. “Está el Pocho!, balbuceó, “Qué bueno, no?”, dijo sollozando. “Perdón, pero yo me voy a sentar”, le espetó a Pinedo.

- “Qué te pasa, Walter, te sentís mal?”, exclamó preocupado el anfitrión…

- “No, todavía no…Me estoy preparando”, dijo, y se sonrió de manera compasiva; los que lo conocían, habrían asegurado que en realidad escondía unas tremendas ganas de llorar…

A partir de ese entonces, todo se tornó confuso para Walter. Previendo lo peor, prefirió quedarse donde estaba y no ver. Súbitamente, reconoció la voz de Pinedo Díaz, provenía del equipo de audio instalado en el salón.

Luego del interminable acople de rigor, Pinedo comenzó a hablar de quien sería el conductor de la ceremonia, “El gran maestro!... el escritor peruano Demian Ferrante Kramer!!. Un viejo conocido de Martelli, un hermano, un amigo de la casa, un representante de la cultura de nuestro querido pueblo de …..”

Así siguió unos segundos más hasta que escuchó la voz de Ferrante, “Hola, pibe!”, y ya no tuvo dudas de lo que vendría…

- “Dame el micrófono, Pinedo, dame el micrófono, turro!”… “Que mi plata no vale, qué te pasa!”… “Vení, Pochito, sumate que empieza la pachanga!”, fue lo último que se animó a escuchar Leberatti.

Así como estaba, casi al borde del infarto, decidió huir por donde cargan y descargan los camiones. En silencio. Solo. Para que nadie lo viera.

Sabía que en pocos minutos su vida no valdría nada…

FIN

3 comentarios:

Luis dijo...

Muy buen final para una muy buena historia. No terminan de asombrarme. Les mandoun beso.
Laura

A. Guetti (Paternal) dijo...

que ocurre que estan tardando en actualizar las entradas. Estoy operado de hemorroides y tengo que guardar reposo por 15 dias y pense que ustedes iban a poder ayudarme a pasar este mal trago

gracias por estar sigan asi

Anónimo dijo...

Querido A. Guetti de Paternal. Te cuento que estoy solo con el Blog. Uno de los autores, ALEXB, hace meses que no escribe siquiera la lista de las cosas que tiene que comprar en Carrefour. Padece de una especie de síndrome de abstinencia literaria. Cuando seamos dos nuevamente, te prometo que volveremos con más de una historia por semana.

Patricio