19 octubre, 2008

La terrible infancia de Ferrante Kramer - Parte 3

Aquel domingo todo fue diferente en la posada de los Ferrante Kramer. Demian entró hecho una tromba a la cocina. Serían apenas las 8 de la mañana. Su padre y hermanos estaban desayunando; Felisa, abriendo un paquete de harina, cuando en eso...

- “Mamá, deja!”, se le escuchó decir con voz firme... “Hoy cocino YO!”. De pronto, se hizo un profundo silencio, la casa se convirtió en un cementerio. Y no era para menos....

Ese último “YO” lo había remarcado de tal manera, que llamó la atención de su padre y hermanos. Si acaso ésa había sido la intención de Demian, sin duda lo había logrado... Ese “YO!”, había rechinado como un latigazo. Doroteo dejó de leer el diario y alzó la vista mirando a su esposa Felisa con sorpresa. Dionisio, su envidioso hermano, lo observaba con desdén, dejando entrever una sonrisa sardónica...

Entretanto, Duilio y Danilo, sus hermanos menores, contemplaban al Peruano con admiración... Demian estaba a punto de hacer historia ese día... Y eso se notaba en la vieja casona, se lo podía hasta respirar!”. Aquellos dos párvulos no le sacaban los ojos de encima al hermano mayor. Demian era un ejemplo para ellos.

El Peruano Dorado, el mismo que años más tarde sería la figura magnánima de la literatura que todos conocemos, de pronto se había adueñado de la cocina. Sobre la mesada, desparramó harina, huevos y semolín. También apios, remolachas, zapallos, tomates, espinacas, morrones, tinta de calamar, hierbas y especias... Según él, “... Para darle una coloratura distinta y un sabor inolvidable!”.

Era tal la seguridad con que Demian se manifestaba, que tanto su padre como Dionisio, comenzaron a acusar cierta incomodidad con la situación. Por lo visto “El tonto de la familia” parecía por primera vez haber tomado el mando, y eso no le gustaba a nadie. Doroteo sentía admiración por Dionisio -tan déspota como él-, y cierto cariño por sus hijos más pequeños. Pero, por Demian, solamente lástima....

- “Papá!”, se le escuchó decir en un momento... “Espero que tu paladar esté a la altura del plato sofisticado que estoy elaborando, porque hoy probarás la “vera pasta”, distinta de la porquería que acostumbras comer, esa que viene en paquetes y que tanto te gusta”. La imprevista locución del Peruano sorprendió a Doroteo.
Más que una inocente expresión al paso, tenía todo el aspecto de una provocación. Cualquier buen entendedor habría coincidido en que le estaba diciendo a su padre que se pusiera a tiro, porque podía quedar fuera de carrera, que no le daba el pinet (1) ... Lo estaba llamando “ordinario”...

Doroteo guardó silencio, como era su costumbre. Lacónico, solo utilizaba sus palabras para herirlo. Sin embargo, no retrucó a Demian. Parecía como si muy en el fondo estuviera atemorizado...

Continuará...

(1). Se refería a un número basado en peso y medidas antropométricas del individuo que debe estar dentro de un rango determinado. De ello que si se es muy flaco, o muy bajo, se dice que “no le da el pinet”

6 comentarios:

Luis dijo...

Qué grande Demian!
Esta historia me conmueve, porque me identifico mucho con mis hermanas. Siempre me trataban como una sirvienta, y un dia me di vuelta... Igual que el Peruano.

Laura

Parafraseando mi alma dijo...

UUUUUUuuuhhhhhhhhhhhh
Se escuuucha a la muchedumbre corear a viva voz!!! peruaaaaanoo Peruaaaaanoooo!!!

Vamos peruano ese es mi pollo!!!!!!!!

Chan....
(me dio hambre...voy a hacer pasata pero de paquete...al menos la salsa 4 quesos me sale fantástica...jejejejeje...quien sabe...capaz q es una receta del Peruano.)

Besotesssssssssssssssss

Parafraseando mi alma dijo...

Pase aunque no haya nada nuevo...Nomas para que vean que paso he????????
Mil besotes

manu dijo...

y bueno, otra opción no le quedaba al peruano. ya que se la está jugando, y lo está haciendo de tal manera, que hay que hacerlo por entero. desafiando montañas. así se hace.

Leandro DS dijo...

No esperaba menos! Otra que el idalgo quijote.
Me dan ganas de encargarle un plato

Anónimo dijo...

Qué hidalgo es este peruano.Me siento orgulloso como connacional suyo.

Alan García